
De paso
Nací con dos kilos de peso y novecientos gramos de insatisfacción. No pisé la incubadora, tampoco tomé teta. Corté la leche, corté el rollo, corté las fotos. Ningún álbum dedicado a mí: la Comunión, si acaso; mi boda, algún día. Todo estaba alborotado. No culpo a nadie. Crecí pocos centímetros después de los once. Tampoco crecí a lo ancho. Era un palillo vestido de Zara

Una falda azul
Los dedos —ojalá me funcionen bien— teclearán. Me bloqueo al intentar escribir un relato propuesto por mí misma. He sentido un golpe de ansiedad imaginándome de anciana. Si yo soy anciana, ellas ya no estarán. Si yo soy anciana, estaré sola. Eso me da miedo. ¿Seguiré yendo con un garrote y una libreta a algún café?

Once años
Once años, once maneras de arrancar flores, once insultos muy educados. Once tartas con once velas, once minutos entre metro y metro, once palabras sin respuesta. Divagar en la línea once y soñar que, algún mes número once, algún noviembre de fino abrigo y cielo negro, la suerte me choque los cinco, me pegue un abrazo y me diga que se acabó la pausa.

Bajo cero
Antes.
A veces, solo a veces, me reía de tu música. Eso que escuchas parecen cánticos de catequesis para niños. Me duermo. Parece que estemos en misa. Venga, va. Quítalo. Y tú, durante unos instantes, apartabas la vista de la carretera y clavabas los ojos en mí mientras fingías sentirte ofendido. Y luego, risas. Nunca te dije que, en realidad, me gustaban esas canciones.

Todo es culpa de Michael Bublé
Puede que me esté ablandando. Que no es que haya sido yo una tipa dura nunca; me refiero a «más si cabe». Tal vez sea culpa de la saturación emocional por tantas luces de colores, de la voz de Michael Bublé cantando Have Yourself a Merry Little Christmas, o puede que sea debido al terrible error de empezar a ver This Is Us en la peor época del año.

Las estrellas y el chocolate caliente
No hace el mejor día para salir a la calle en Valencia, la verdad. He perdido la cuenta de las horas que lleva lloviendo, ya es prácticamente de noche y se podría decir que no tengo ningún plan en especial. Se me ha roto el paraguas, he perdido el bonometro, he tenido que comprarme una camiseta de manga larga y acabo de pedir un chocolate caliente.

Te quiero, tía
No sé cómo empezar a decirte que te quiero. Que cuando te veo hecha un asco y con esas pintas de recién levantada, no me das pena, me das rabia, porque conozco tu potencial y ese no sé qué que te hace tan especial, y que tú a veces no ves. Pero no pasa nada, También me gustas cuando le declaras la guerra a sentirte bien por obligación.

Ruinas
Las fincas que están construyendo delante de mi casa, hace tres meses y doce días, iban por la segunda o tercera planta. Cada día, desde entonces, me asomo al balcón y las veo avanzar. Observo las grúas amarillas, el polvo en suspensión, la ilusión de quien, dentro de varios meses, vivirá en ellas. Desde hace tres meses y doce días, todos los días hago dos cosas.

Marrón clarito casi rosa
Nunca me ha gustado el color marrón. Mi pelo marrón me parecía soso. Mis ojos marrones, normales. La ropa marrón me recordaba al único uniforme de colegio que he llevado en mi vida. Y no me gustaba. Marrón caca. Marrón barro, con lo poco que me ha gustado siempre, desde niña, pisar en blando e ir dejando huellas.